1. Interrogar a Schreber, interrogar a Freud


HECTOR ESCOBAR SOTOMAYOR

¿Interrogar a Schreber o interrogar a Freud? Pareciera, a la luz de las condiciones actuales del psicoanálisis, que ambas cosas fueran igualmente necesarias, no cabría aquí la disyunción,  sobre todo si lo hacemos desde y por el psicoanálisis, en la aurora misma de lo que éste invoca.
Interrogar a Schreber e interrogar a Freud a un tiempo, misión difícil por demás, si asumimos que interrogar al segundo no puede pasar por la omisión de la interrogación del primero; pues mucho del discurso mismo del psicoanálisis está atravesado por el discurso del loco presidente del senado y desde esa locura --para bien y para mal-- se ha marcado la definición y el pensamiento respecto de la locura en el psicoanálisis (valga la ambigüedad de la expresión).
¿Cuál es la génesis del pensamiento freudiano sobre la psicosis, en específico la paranoia, y cómo es que este pensamiento se encuentra con las Memorias del presidente Schreber para, desde ahí, refractarse y construir lo que desde Freud han sido las teorías psicoanalíticas de la paranoia? ¿Cuál es la naturaleza, casi dogmáticamente aceptada en el campo psicoanalítico, respecto del vínculo entre paranoia y homosexualidad?

 

La teoría de la paranoia


Como es sabido, la paranoia ha sido siempre un concepto difícil, lo que a menudo ha llevado a definiciones contradictorias incluso al interior de la psiquiatría. Freud no es en modo alguno ajeno a este debate. Como han señalado Laplanche y Pontalis,[1] la lectura de Freud al respecto se vincula en una primera época con las definiciones anteriores a la de Kraepelin, en las que el término se aplica de modo más o menos general a diversos tipos de fenómenos delirantes; pero a partir de 1911,[2] Freud adopta de modo explícito la definición krapeliniana, la cual distingue entre la paranoia y la demencia precoz. La paranoia hará referencia a los delirios sistematizados (grandeza, celotípico, persecución, erotomanía) mismos que no evolucionan hacia la demencia, en tanto que el campo de la demencia precoz incluirá una forma paranoide, una hebefrénica y una catatónica. Los mismos autores comparan adecuadamente las diferencias entre las perspectivas de Kraepelin, de Bleuler y de Freud. A diferencia de Kraepelin, Bleuler integra a la paranoia en su concepto de esquizofrenia (nunca bien recibido por Freud) tomando como base los elementos disociativos (término fundamental para la validez de la palabra “esquizofrenia”). Aquí la posición freudiana es peculiar, pues no da valor a la presencia de un delirio como criterio distintivo ni tampoco a la presencia de procesos alucinatorios, sino a la sistematización del mismo delirio. Así vemos que por ello el caso Schreber, que según los criterios modernos correspondería a una esquizofrenia paranoide, es para Freud una paranoia, entendiendo este concepto al modo de Kraepelin (Dementia paranoides) como indica el título del trabajo.
Sin embargo, y desde un principio, en la obra de Freud, no hay propiamente un intento de definición en términos sistemáticos como haría Bleuler, ni tampoco en términos evolutivos --al modo de Kraepelin-- sino un planteamiento que podríamos llamar . Al contrario de estos autores que han seguido una línea organicista, Freud apuesta por una búsqueda de las causas y los mecanismos psíquicos que estarían detrás de la paranoia, considerándola de modo general como una de las formas específicas de las llamadas neuropsicosis; Freud ha dado el paso de lo propiamente psiquiátrico al campo de lo psíquico.
Si hacemos el seguimiento de la problemática por los primeros momentos de la teorización freudiana, veremos que si bien en el artículo de 1894 sobre las neuropsicosis de defensa,[3] la paranoia no aparece incluida (solo se trata de la histeria, de las representaciones obsesivas y fobias además de la psicosis alucinatoria); no tardará en ser abordada por el campo psicoanalítico, pues ya en enero de 1895, el Manuscrito H [4] está dedicado íntegramente a su conceptualización, incluyendo un pequeño ejemplo clínico. Un año después, en el Manuscrito K,[5] la paranoia aparece ya integrada al modelo explicativo de las neuropsicosis de defensa.[6]
Es preciso recordar que en estos textos Freud abarca esencialmente dos problemáticas; la primera de ellas consistiría en determinar cuáles serían los mecanismos psíquicos que producirían una neuropsicosis en vez de otra (conversión, desplazamiento y proyección), mientras que la segunda correspondería a la determinación de cuál sería el evento causal detrás de estas neuropsicosis.
Respecto de los mecanismos psíquicos, en el texto de Las neuropsicosis de defensa (el único de los citados en que Freud da una descripción metapsicológica de los  procesos involucrados, aunque sin incluir a la paranoia) los tres tipos de neuropsicosis son el resultado de una separación de los componentes de las representaciones {Vorstellung} psíquicas (huella mnémica y afecto); la huella mnémica sería “hecha inconciente” o “mandada al inconciente”, se trata de una represión {Verdragung}, un esfuerzo de desalojo, mientras que lo ocurrido al monto de afecto {Affekt} --ya sea una conversión o un desplazamiento-- determinará el tipo de sintomatología: histeria por un lado o fobias y representaciones obsesivas por el otro.
Las psicosis se ubican en un referente distinto, pues lo que operaría sería un mecanismo más radical; se desestimarían (Verwerfern) tanto la idea como el afecto; este último punto es esencial ya que es la primera vez que Freud propondrá lo que nos parece una distinción estructural entre neurosis y psicosis, en cuanto serán el efecto de procesos claramente distintos.
Siguiendo la línea anterior, en Nuevas puntualizaciones sobre las neuropsicosis de defensa Freud ubicará a la proyección {Projektion} como algo que ocurre de un modo relativamente simétrico a lo que ocurre en las neurosis; en este caso en vez de una represión (hacia lo inconciente), operaría una proyección {Projektion} (hacia afuera).  No obstante, en el mismo texto, Freud acerca mucho más la proyección a la represión: “Es preciso que la paranoia posea un particular camino o mecanismo de represión […]”[7] al igual que ocurre en la histeria, las fobias y las representaciones obsesivas.  Al respecto Strachey[8] señala lo que él considera una ambigüedad respecto del uso freudiano de los términos y sosteniendo que el término adecuado en el texto citado debería ser .
Posteriormente, y en un sentido algo más amplio, en la carta 46 a Fliess,[9] Freud propondrá un esquema temporal, en el cual, el tipo de neurosis estará determinado por la relación entre el evento traumático (fundamental en este momento de la teoría) y un segundo momento en que se daría la represión. Como vemos, la paranoia deviene una vez más el efecto de una represión.  Así, Freud nos propone que lo que determina el tipo de psiconeurosis es la época en que ocurre la escena traumática. En la paranoia la vivencia traumática ocurrirá antes de los 14 pero después de los 8 años. Se trata aquí de una explicación que apela a la construcción de determinadas estructuras organizadas de modo temporal. El lector observará que está idea de una determinación temporal anticipa uno de los elementos clave para muchas de las lecturas y modelos psicoanalíticos, los conceptos de fijación y regresión a determinadas de la organización sexual. Aquí sin embargo, Freud no se ha separado aún de la teoría del trauma.

 

Paranoia y sexualidad


El siguiente punto que consideramos clave en la teorización freudiana refiere a la vinculación entre la paranoia y la sexualidad.
Con el abandono de la hipótesis traumática,[10] el psicoanálisis habría de sufrir importantes cambios, pues la sexualidad ya no remitía necesariamente a vivencias objetivas acontecidas en el pasado, sino --y esencialmente-- a fantasías; esto tendrá como consecuencia la introducción de la sexualidad infantil como punto fundamental de la teoría, y es desde aquí que se hará la lectura no solo de las Memorias de Schreber, sino de toda la clínica de ahora en adelante. Dora, el Hombre de las Ratas, el Hombre de los Lobos, la joven homosexual, y además de ellos, esos ejemplos del psicoanálisis aplicado que serán el texto sobre Leonardo, y el referido a Christoph Haizmann, serán leídos desde aquí. Como señalamos, ya no es el trauma, entendido éste como un acontecimiento objetivo ocurrido en la vida infantil, sino el proceso de constitución de la sexualidad humana y su efectuación desde el otro.
Esta vinculación con la sexualidad infantil y su eje teórico, el complejo de castración, se convertirá en el shibbóleth de la teoría psicoanalítica. La neurosis habrá de entenderse como la reedición de una neurosis infantil y el eje de ésta será el complejo de castración.
El movimiento puede parecer sutil, pero es radical, pues implica que la sexualidad infantil no es un elemento patológico, sino uno absolutamente normal en la constitución de la subjetividad y que esta sexualidad no depende de una maduración orgánica, sino de un proceso estructural; es desde este proceso estructural, con todas sus vicisitudes que Freud se aproximará al estudio de la paranoia, y es este mismo eje el que nos guiará en la construcción de nuestras interrogantes.
De modo paulatino, y a partir de 1896, las referencias a la paranoia aparecen en la obra de Freud sólo de modo marginal, y no es sino hasta 1911 que harán su reaparición con el análisis del caso del presidente Schreber. Es importante que señalemos sin embargo, que en los textos que hemos mencionado, y con anterioridad a 1911, no hay aún referencias que permitan establecer alguna relación entre paranoia y homosexualidad, y aunque incluso se señale la importancia de la etiología sexual en la causación de la paranoia (el caso citado en el Manuscrito K y el caso de la Sra. P.) esta sexualidad nunca aparece referida como homosexual.
A decir de Jones, es a partir de ciertas discusiones epistolares, fundamentalmente con Jung y Ferenczi, que la hipótesis de la homosexualidad reprimida aparece como uno de los ejes de la teoría de la paranoia, esto a principios de 1908.[11]  Tanto Freud como el mismo Ferenczi informan de estas discusiones, el segundo en su texto sobre El papel de la homosexualidad en la patogenia de la paranoia[12] en donde señala haber discutido con Freud el único caso de paranoia que éste había analizado (La Sra. P.).  En este texto Ferenczi propone como algunos de los resultados de estas discusiones teóricas, tanto el mecanismo de proyección como la necesidad de considerar a los mecanismos de la paranoia como ocupando “un lugar intermedio entre los mecanismos opuestos de la neurosis y de la demencia precoz”.[13]  Al igual que el demente (psicosis), el paranoico logra retirar al yo una parte de los deseos (narcisismo); sin embargo, otra parte del interés afectivo --y que resulta absolutamente intolerable-- se objetiva (envía hacia afuera) pero “invirtiendo la tonalidad emocional”.  Escribe: “Así pues la tendencia que se ha convertido en insoportable y ha sido apartada de su objeto vuelve a la conciencia en ‘forma de percepción de su contrario’, el interés se hace persecución”.[14] De lo anterior podemos deducir que eso “intermedio” entre la psicosis y la neurosis --lo que correspondería a la paranoia-- es peculiar, pues funciona de modo similar a la psicosis: retiro de libido del mundo hacia el yo; pero otra parte de esta libido “vuelve desde afuera”; el amor homosexual, no aceptado por el yo, vuelve bajo la forma del delirio de persecución del paranoico. Tenemos así un proceso conformado en dos partes, mismo que será la base del planteamiento freudiano; por un lado la proyección (enviar afuera) y por el otro la transformación en lo contrario.
Respecto del componente homosexual, el mismo Ferenczi nos dice: “He constatado que el enfermo no proyecta el mecanismo paranoico contra cualquier interés libidinoso sino, según lo que he podido observar hasta ahora, exclusivamente contra una elección de objeto homosexual[15] y añade líneas después, “ [...] por el contrario, muchos casos que he observado apoyarían la idea de que la homosexualidad no juega un papel ocasional, sino el principal en la patogénesis de la paranoia, y que la paranoia no es posiblemente más que una deformación de la homosexualidad”.[16]  Ferenczi nos ofrece luego una ilustración de la teoría con cuatro pequeños historiales clínicos, los cuales remiten a la presencia de un conflicto homosexual reprimido.
Yendo a Freud, encontramos una postulación bastante parecida:

Tenemos que situar la especificidad de la paranoia (o de la demencia paranoide) en algo diverso: en la particular forma de manifestarse los síntomas; y nuestra expectativa no consistirá en imputarla a los complejos, sino al mecanismo de la formación de síntoma o al de la represión. Diríamos que el carácter paranoico reside en que para defenderse de una fantasía de deseo homosexual se reacciona, precisamente, con un delirio de persecución de esa clase. [17]

Y al hablar de cómo es que llegó a estas conclusiones nos da una versión muy parecida a la de Ferenczi:

Desconfiando de mi propia experiencia, en los últimos años indagué con mis amigos C. G. Jung, de Zurich, y S. Ferenczi, de Budapest, una serie de casos de patología paranoide observados por ellos, en relación con este punto. Los historiales clínicos que poseíamos como material de indagación eran tanto de hombres como de mujeres, de diferentes razas, profesiones y rangos sociales, y vimos con sorpresa cuán nítidamente se discernía en todos ellos, en el centro del conflicto patológico, la defensa frente al deseo homosexual, y cómo todos habían fracasado en dominar su homosexualidad reforzada desde lo inconciente. [18]

Estas postulaciones llevan a Freud a desarrollar una estructura explicativa que tomará como eje la teoría de la sexualidad infantil. Aquí encontramos por ejemplo, una de las primeras veces que Freud evocará el problema del narcisismo (Narzissmus), postulando lo que después habrá de elaborar en la obra clave al respecto,[19] la existencia de un tránsito en el que iría del autoerotismo al amor de objeto y una fase intermedia en este desarrollo (el narcisismo) en la cual el individuo tomará como objeto a su :

Una fase así, mediadora entre autoerotismo y elección de objeto, es quizá de rigor en el caso normal; parece que numerosas personas demoran en ella un tiempo insólitamente largo, y que de ese estado es mucho lo que queda pendiente para ulteriores fases del desarrollo. En este sí mismo {Selbst} tomado como objeto de amor puede ser que los genitales sean ya lo principal. La continuación de ese camino lleva a elegir un objeto con genitales parecidos; por tanto, lleva a la heterosexualidad a través de la elección homosexual de objeto. Respecto de quienes luego serán homosexuales manifiestos, suponemos que nunca se han librado de la exigencia de unos genitales iguales a los suyos en el objeto; para ello ejercen relevante influjo las teorías sexuales infantiles que, en principio, atribuyen los mismos genitales a ambos sexos. [20]

Esto, como señala el mismo Freud apunta a lo ya trabajado en Tres ensayos de teoría sexual,[21] en donde la homosexualidad sería el resultado de una regresión hacia un punto de fijación, concepción que el mismo Freud habría atribuido como causa de las formas de elección de neurosis y de las perversiones. De este modo, los paranoicos procuran defenderse de una sexualización así de sus investiduras pulsionales sociales [...]”.[22]
El esquema freudiano propondrá entonces un esquema que es a la vez tanto temporal como espacial:

    Autoerotismo ---------  Narcisismo --------- Homosexualidad --------- Relación  objetal

A continuación, Freud introduce el famoso análisis en el cual las distintas formas de la paranoia aparecen construidas en relación con la frase “Yo lo amo”, es curioso que Freud aquí especifique la relación entre varones “Yo (un varón) lo amo (a un varón). No abundaremos en este punto pues el texto es fácilmente accesible, pero sí señalamos la precisión, misma que nos remite a una pregunta ¿Ocurre lo mismo en el varón que en la mujer? La respuesta no tardará en llegar, al menos de modo descriptivo en el caso de la joven homosexual y en el caso de paranoia que contradice la teoría psicoanalítica. En ambos casos Freud lee el componente homosexual de la pulsión como referencia insoslayable y necesaria para el surgimiento del fenómeno paranoide. Esta afirmación casi categórica aparece respaldada por evidencias clínicas, que a mi modo de ver resultan sumamente débiles, además de plantear serios problemas. Para aproximarnos a ello propongo señalar, no el fondo teórico de las disquisiciones psicoanalíticas sobre la paranoia, sino la forma en que Freud estructura su texto al establecer estas relaciones pues son bastante peculiares e incluso muy particulares en relación con el contexto de la obra y las formas discursivas de Freud.
Así remitiéndonos al caso Schreber, Freud nos dirá sucesivamente:

¿No es irresponsable ligereza, indiscreción y calumnia acusar de homosexualidad a un hombre de tan elevadas miras éticas como el presidente del Superior Tribunal, doctor Schreber? No; el propio enfermo ha anunciado a sus prójimos su fantasía de la mudanza en mujer, y se sobrepone a susceptibilidades personales en aras de unos intereses de superior intelección.[23]

Tampoco el doctor Schreber, cuyo delirio culmina en una fantasía de deseo homosexual que es imposible desconocer, había presentado mientras estuvo sano --lo atestiguan todos los informes-- indicio alguno de homosexualidad en el sentido vulgar.[24]

Luego en el caso de homosexualidad que contradice la teoría psicoanalítica señalará:

En vista de esa situación, lo más sencillo era evidentemente desistir en la demanda de validez universal para esa tesis según la cual el delirio de persecución dependía de la homosexualidad, y para todo cuanto se ligaba a ella. Y sin duda era forzoso renunciar a este conocimiento, a menos que, no dejándose persuadir por esta desviación respecto de la expectativa, uno se pusiese de parte del abogado admitiendo, como él lo hacía, que la vivencia había sido correctamente interpretada y no se trataba de una combinación paranoica.[25]

Es notorio el tono casi apologético, rara vez visto en otros textos, que toma Freud respecto de la hipótesis homosexual. En el primer párrafo se ha visto llevado a pedir disculpas por atribuir al presidente Schreber una homosexualidad y luego procede a distinguirla de una peculiar . Igualmente, el párrafo respecto al caso de paranoia que contradice la teoría psicoanalítica deja lugar a dudas.  Para Freud solo hay dos opciones posibles; o se cumple la premisa de la homosexualidad reprimida o no hay paranoia. Difícilmente podríamos aceptar que éstas fuesen las únicas vías de elaboración para el caso. Podría perfectamente tratarse de una paranoia, en donde efectivamente se contradijera la teoría psicoanalítica, por lo demás sostenida en un número sumamente pequeño de casos. Una interrogación básica respecto de la relación homosexualidad/paranoia, tendría que ver con la pregunta por si las personas que no han reprimido sus componentes homosexuales, es decir si las personas homosexuales asumidas como tales, estarán a salvo de la paranoia, hecho que la clínica desmiente claramente.
También es importante señalar la forma en que a través de la relación con Ferenczi se construye la teoría de la homosexualidad reprimida como base para los fenómenos paranoicos, temática en la que no podríamos obviar la influencia de la conflictiva homosexual de Ferenczi en su relación con Freud, trabajo cuya problemática no es posible incluir en estas breves páginas.
Si todas estas interrogaciones a la teoría freudiana son viables, es preciso preguntarnos qué alternativas pueden construirse para explicar los fenómenos paranoides, y organizar nuestras interrogaciones a la obra de Freud.

Interrogaciones

Una manera de abordar esta problemática tendrá que ver con la forma de postular el proceso de la constitución sexual del sujeto humano. Un punto esencial a nuestro ver, consiste en separar, como hace Freud posteriormente, al menos tres niveles de la identidad sexual para su análisis respecto del caso de la joven homosexual.[26]
El primero de estos niveles refiere al campo de lo biológico y corresponde a la situación orgánica de la sexualidad. Simplificando, diremos que en su gran mayoría, los seres humanos pertenecemos a uno u otro sexo en sentido biológico. Sin embargo, el reducir la sexualidad únicamente a esta vía ha presentado históricamente diversas problemáticas que en lo general han llevado a una concepción normativizante de la identidad sexual, misma que se haría corresponder y depender de la identidad biológica; así las prácticas que se contrapusieran a estas supuestas determinaciones biológicas habrían de considerarse patológicas; citamos como ejemplo la patologización de la homosexualidad y los diversos grados de patología correspondientemente atribuidos a los comportamientos llamados parafílicos. No podemos obviar el hecho de que el psicoanálisis, en muchas de sus vertientes, no ha escapado a este tipo de postulados. Sin embargo, Freud no se detiene en el campo biológico y postula que además de aquello que se juega en el campo de lo orgánico, la sexualidad atraviesa por formas de constitución que son independientes en cierto modo de la biología. Podríamos señalar que no se trata de , expresión muy concurrida en las reducciones psicologistas del psicoanálisis, sino de fases de construcción u organización de la sexualidad. Subrayo lo evidente: no se trata de etapas en un sentido de determinación biológica que habría que superar y dejar atrás, por el contrario la noción de apela a un fenómeno relacional.  Tomo, por ejemplo, las fases de la luna, estas no son una propiedad intrínseca de la luna, sino el efecto de las posiciones relativas de la tierra, la luna y el sol.  Análogamente las fases de la organización sexual serían el efecto de las posiciones relativas de distintos elementos; por un lado, el espacio biológico del cuerpo y su constitución imaginaria y por el otro las relaciones simbólicas e imaginarias en que ese cuerpo real entra en cuanto humano. De ello que el cuerpo del infante esté y sea organizado desde la otredad.  Las formas esenciales de esta otredad [27] constituyen lo que conocemos como las funciones materna y paterna, mismas que no deben confundirse con el campo imaginario de las personas o conjuntos de personas que llevan a cabo y ejecutan, o podrían ejecutar, dichas funciones. Una concepción estructural y estructurante del complejo de castración hace necesarias estas precisiones que se van construyendo de modo muy accidentado en la obra de Freud.[28]
Es en esta perspectiva que es posible distinguir el sexo biológico de la identidad sexual. Así, no se nace varón o mujer, mas que en el plano biológico, pero será necesario devenir varón o mujer en el plano psíquico. Por ello la importancia de la llamada fase fálica que desde la lectura de Freud por parte de Lacan, introduce el orden constitutivo de la diferencia de los sexos en función del significante fálico. Es decir lo fálico aparece como organizador de la diferencia sexual y por lo tanto opera en lo que --solo a posteriori (nachträglich)-- serán dos sexos.
Este punto resulta esencial para comprender la problemática de la y sostenemos que esta dificultad teórica de Freud --no resuelta sino mucho después-- se ha convertido de hecho en un obstáculo a la comprensión de la sexualidad y de la paranoia, así como de la neurosis y la psicosis en tanto estructuras subjetivas.
Si como sostenemos, la diferencia sexual es un efecto del orden fálico, no existe en el campo de lo psíquico diferencia sexual previa a tal orden; por esta razón no puede haber tal homosexualidad a la que refiere Freud, pues para que haya homosexualidad, heterosexualidad o bisexualidad, es necesario el reconocimiento de la diferencia sexual.
El punto anterior me parece clave para la comprensión de lo que ocurre en estos dos casos paradigmáticos, Schreber y el Hombre de los Lobos. En ambos, Freud habla de una elección de objeto misma que solo puede ser homosexual desde la perspectiva del observador, nunca desde la perspectiva del sujeto (en el momento de su constitución) pues éste aún no ha ingresado en el orden fálico y, por ende, de la diferencia sexual. Esto resulta especialmente esclarecedor respecto de la siempre ambigua posición del Hombre de los Lobos en relación con el orden fálico. Podríamos preguntarnos aquí si su elección de objetos mujeres (Grusha, Matrona, Teresa) es en cuanto que para él son objetos femeninos o en cuanto a que realizan el despliegue imaginario de la posición atribuida a la madre en la escena primordial. No pretendo responder aquí a este interrogante, pero creo que es necesario hacerlo en y desde la clínica para develar la problemática de la identificación sexual y de la elección de objeto. Lo anterior implica un doble orden, primero una identidad sexual psíquica, lo que desde Lacan llamaríamos y luego una elección de objeto, ya organizado en el orden de la diferencia sexual; tanto la homosexualidad como la heterosexualidad solo serían posibles en este nivel. Sin embargo, la clínica nos ofrece manifestaciones problemáticas en este campo. La primera que viene a mi mente es aquella que refiere a las personas que manifiestan una no equivalencia entre la identidad biológica y la identidad psíquica, personas a quienes se llama, y generalmente se llaman a sí mismas transexuales o transgéneros (ninguno de estos términos me parece adecuado).  Podríamos decir que estas personas se han identificado con el sexo contrario, y si bien se les podría describir como homosexuales (en el sentido de su elección de objeto) no lo serían en el sentido psíquico, ya que el objeto sería de sexo contrario al que asumen para sí mismos (en sentido contrario a su propia sexuación e identidad sexual) y por ende serían heterosexuales. Como es evidente, términos como transexualidad o transgénero no corresponden necesariamente a homosexualidad, ya que un enorme número de personas que respecto de su objeto se definirían como homosexuales en modo alguno manifestarían una discordancia con su identidad biológica ni tampoco necesariamente respecto de los roles o funciones socialmente atribuidas a los sexos.[29]
Desde Freud el orden fálico es propuesto como el punto de impasse, la roca viva de la castración y el punto en que el análisis no puede ir más allá. Si la represión fundamental {Urverdragung} está ligada necesariamente al orden fálico, lo reprimido es lo propio del sexo contrario como señala Freud,[30] sería un absurdo y una reducción limitarlo al orden de roles o géneros asignados culturalmente a cada sexo, sino que es preciso entenderlo en el orden de una identificación que organiza el mundo (y correlativamente al sujeto) en el plano de la diferencia sexual. Añadiría gustoso que no hay posibilidad de sujeto ($) al margen de la sexuación, y por ello al margen del orden fálico. Lo anterior nos sirve para hacer una distinción estructural entre neurosis y psicosis, misma que resulta esencial para la lectura de Schreber y para la problemática de la homosexualidad reprimida como referente causal de la paranoia.
Schreber es un psicótico, tanto desde el punto de vista psiquiátrico como desde el punto de vista del psicoanálisis, desde nuestra perspectiva decimos que no ha habido atravesamiento por la castración, es decir, no ha ocurrido la inserción en el orden fálico, fundamental para la constitución de la diferencia sexual. De ello decimos que la condición psicótica es estructural, a diferencia por ejemplo de un discurso psiquiátrico, en el cual dicha condición estaría determinada a partir de una sintomatología. Este punto resulta esencial pues me parece que permite la conceptualización de la psicosis, la neurosis y probablemente de la perversión, como efectos estructurales y estructurantes de la subjetividad, en función del atravesamiento por el orden fálico. Dicha aproximación permite distinguir entre una estructura psicótica (Schreber) y una estructura neurótica en la que --por ejemplo-- se presentara un fenómeno psicótico.[31]  Igualmente creo que permitiría distinguir una homosexualidad y, por supuesto, una heterosexualidad perversas de una heterosexualidad y, por supuesto, también una homosexualidad neuróticas.
Un último punto me parece necesario para cerrar el presente texto. Hemos señalado párrafos atrás la necesidad de pensar al Edipo como un elemento estructural, un estructura que define unos lugares a partir de otros, en función de un orden simbólico. Aquí me parece se encuentra la clave que permite desentrañar, al menos en cierta medida la situación de Schreber.  “El deseo es el deseo del otro” nos dice Lacan, y es en esta dimensión dialéctica del deseo que el presidente Schreber es en el deseo del otro (su peculiar padre). No se trata, aquí de algo que pasa a un sujeto separado de esta estructura simbólica (tal cosa no existe), sino de un ser cuya locura es el efecto de su construcción desde el deseo del otro. El fantasma de esos otros (el padre, la madre, etc.) que se organiza en un cuerpo y en su ser delirante que devendrá la mujer de Dios.


[1] Jean Laplanche y Jean Baptiste Pontalis, Diccionario de psicoanálisis. México, Labor, 1981.
[2] Sigmund Freud, “Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia (Dementia paranoides) descrito autobiográficamente”, en Obras completas, t. XII. Buenos Aires, Amorrortu, 1986.
[3] S. Freud, “Las neuropsicosis de defensa”, en Obras completas, t. III.  Buenos Aires, Amorrortu, 1986.
[4] S. Freud, “Manuscrito H: Paranoia”, en Obras completas, t. I. Buenos Aires, Amorrortu, 1986.
[5] S. Freud, “Manuscrito K: Las neurosis de defensa”, en Obras completas, t. I, Buenos Aires, Amorrortu, 1986.
[6] S. Freud, “Nuevas puntualizaciones sobre las neuropsicosis de defensa”, en Obras completas, t. III. Buenos Aires, Amorrortu, 1986.
[7] Ibid., p. 175.
[8] Ibid., p. 175, n. 24.
[9] S. Freud, “Carta 46”, en Obras completas, t. I. Buenos Aires, Amorrortu, 1986.
[10] Alrededor de 1897. (N. de E.)
[11] Ver las cartas a Jung en Enero de 1908 y a Ferenczi en Febrero del mismo año.
[12] Sandor Ferenczi, “El papel de la homosexualidad en la patogenia de la paranoia”, en Obras completas. www.psicomundo,com
[13] Ibid.  (Las cursivas son mías).
[14] Ibid.
[15] Ibid.
[16] Ibid.
[17] S. Freud, “Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia (Dementia paranoides) descrito autobiográficamente”, en Obras completas, t. XII. Buenos Aires, Amorrortu, 1986, p. 55.
[18] Ibid.
[19] S. Freud, “Introducción del narcisismo”, en Obras completas, t. XIV. Buenos Aires, Amorrortu, 1986.
[20] S. Freud, “Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia (Dementia paranoides) descrito autobiográficamente”, en Obras completas, t. XII. Buenos Aires, Amorrortu, 1986, pp. 56-57.
[21] S. Freud, “Tres ensayos de teoría sexual”, en Obras completas, t. VII. Buenos Aires, Amorrortu, 1986.
[22] S. Freud, “Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia (Dementia paranoides) descrito autobiográficamente”, en Obras completas, t. XII. Buenos Aires, Amorrortu, 1986, p. 58.
[23] Ibid., p. 41. (Las cursivas son mías).
[24] Ibid.,  p.56.  (Las cursivas son mías).
[25] S. Freud, “Un caso de paranoia que contradice la teoría psicoanalítica”, en Obras completas, t. XIV. Buenos Aires, Amorrortu, 1986, p. 265.
[26] S. Freud, “Sobre la psicogénesis de un caso de homosexualidad femenina”, en Obras completas, t. XVIII. Buenos Aires, Amorrortu, 1986.
[27] En Freud esta problemática de las formas de lo otro se trabaja en el capítulo VII de “Psicología de masas y análisis del yo”, en Obras completas, t. XIX. Buenos Aires, Amorrortu, 198, pp. 99-104.
[28] A mi modo de ver una buena elaboración de esta problemática aparece en el texto “Edipo vienés” de Néstor Braunstein.
[29] Me parece que en este sentido muchos modelos de género reducen la problemática simplemente a un aspecto de roles sociales, lo cual es, sin duda, insuficiente.
[30] S. Freud, “Análisis terminable e interminable”, en Obras Completas, t. XXIII. Buenos Aires, Amorrortu, 1986, p. 252.
[31] Por ejemplo, en el Hombre de los Lobos y su episodio paranoico, así como la alucinación del dedo cortado.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Es el mismo articulo que el libro "Schreber: los archivos de la locura"?
Héctor Escobar ha dicho que…
Sí, es el mismo artículo que figura en el libro, lo publico aquí como una invitación a leer la totalidad del texto.

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