La tuya en vinagre...


El papa Bergoglio, que en lo general me caía bastante bien; lejos de la soberbia de Ratzinger y del insoportable papa Wojtila, comentó hace unos días que los caricaturistas de Charliel Hebdo se habían pasado, y que por ejemplo, si alguien insultaba a su madre, no debería extrañarse si como respuesta, recibía un puñetazo.
Podríamos argumentar que el precepto de poner la otra mejilla, se le ha olvidado al muy cristiano señor Bergoglio, pero va más allá de eso. ¿Es un puñetazo una respuesta a un insulto? ¿Si me mientan la madre me agarro a puñetazos con el primero que se me atraviesa? Y digo, ¿si traigo un cuchillo por qué no encajárselo para que vaya a mentar madres al otro mundo, o por qué no sorrajarle un par de balazos? En fin bien ganado se lo tiene.
“Me miró feo” puede argumentar el torvo matón de barrio, y “lo maté por un enfríame unas chelas”. Pues bien, según el Santo Padre, eso es factible, no que lo aplauda –faltaba más- pero es posible.
Una vez una página WEB de un periódico ponía la noticia de que se habían visto dos soles en algún lugar, y el imbécil del autor de la nota comentaba que “a lo mejor había nacido una nueva estrella” –escribir en un periódico no da materia gris. Comenté en dicha página que había que ser muy imbécil para suponer que se tratara de algo así. Y todos los imbéciles se sintieron ofendidos, es decir yo usé la palabra “imbécil” y como se dice en México, “se pusieron el saco”… y los pantalones y los calzones de imbéciles. Así son los imbéciles, se sienten aludidos inmediatamente, uno dice “pendejo” y contestan “presente”. Pues bien los imbéciles abundan y no solo en las religiones aunque el porcentaje de ellos sea notoriamente mayor ahí; y claro todo los ofende, todo lo que no quepa en sus imbéciles mentes (“mentes”es un decir); y como se sienten ofendidos por cualquier cosa; por cómo se viste uno, por cómo habla uno, por lo que uno lee o no lee, por lo que uno opina o cree, pues se sienten con el sagrado derecho, como dice el Papa de sorrajarle un puñetazo, porque se sintieron ofendidos, cuando lo verdaderamente ofensivo es su imbecilidad.
Si yo adoro a Maradona me voy a sentir ofendido porque el número 10 sea usado por blasfemos, o porque la gente se viste con ropas de distinta tela (Levítico), o porque las mujeres obscenas enseñan su rostro e incitan al pecado a los sacrosantos varones puñeteros que esperan 70 vírgenes el más allá, mientras santurronamente se cogen un chivo entre cuatro. En fin, se metieron con la religión y eso merece un puñetazo, al menos.
“Se lo merecían”, dicen algunos, como el Papa, “se metieron con su religión”. ¿           Que podían hacer? Muy fácil, no leer la revista ni comprarla, como yo mando a la mierda a los testigos de Jehová que tocan a la puerta. “No me gustan las drogas” no las consumas. “No me gusta la pornografía” no la compres ni bajes, pero no impidas que otros lo hagan. Si algo no te gusta tienes el derecho de responder con la misma moneda, la burla la ironía. “La tuya en vinagre” contestábamos de niños cuando alguien nos la mentaba, “y me la cojo en el aire” agregaban los más léperos. Parece que el papá nunca dijo algo semejante y ante la mentada respondía con el puñetazo.

Ningún dios, sea Alá, Jehová, Huitxilopochtli o Ctulhu  vale ni siquiera un puñetazo, mucho menos una vida humana.

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