Trump y la razón ilustrada.
Pienso y sostengo que Trump no es un personaje al que se
deba despreciar o tachar de estúpido. No lo es. Por el contrario, su discurso
sigue toda la lógica de la propaganda goebeliana. Una mentira repetida mil
veces se vuelve verdad; crear un enemigo único; vulgarización de la propaganda,
dirigiéndola al menos inteligente, a mayor masa menos nivel; limitar la
propaganda a un número reducido de ideas y repetirlas machaconamente; apelar a
un sustrato preexistente (el racismo estadounidense), etc. Todos estos y otros
elementos de la teoría de la propaganda están siempre presentes en el discurso
de Trump.
Oigo y leo muchos analistas que argumentan que la “estupidez
y desatinos” del candidato lo van a llevar al fracaso. Se equivocan, lo cual no
quiere decir que yo crea que Trump ganará las elecciones de noviembre.
¿Por qué se equivocan? Porque todos estos análisis (o la
mayoría de ellos) parte de un supuesto racional. Hay una élite intelectual que
piensa que nadie puede –seriamente- creerse los argumentos de Trump porque son
altamente irracionales. Lo son, por supuesto; pero los analistas no comprenden
que en esa irracionalidad está su fuerza. Podría decir que contra Trump se
esgrime un prejuicio ilustrado kantiano; este prejuicio consiste en suponer que
los seres humanos actuamos y elegimos racionalmente, que si logramos ver de
modo adecuado las condiciones reales y objetivas del mundo, y usar la razón
como herramienta, tomaremos decisiones correctas. Es la ilusión de la razón
como ama y soberana del mundo que buscaba Kant en la Fundamentación de la
Metafísica de las costumbres o en textos como La paz Perpetua.
Trump no busca crear argumentos racionales, esos no le
interesan en lo más mínimo. Lo que busca es mover esos elementos irracionales
que laten en todos nosotros; el recurso a la pasión, a la víscera, al miedo
cerval. Trump se presenta ante el público como un ungido que tiene la verdad;
eso que Freud describiera tan bien en Psicología de las Masas y Análisis del
Yo. Se presenta como un ideal del yo al que todos aspiran, rico, prepotente,
mamón y despectivo del débil, casado con una mujer muy guapa, lo que los
americanos llaman “trophy wife”.
En razón de la inexplicable invitación del gobierno de
México a Trump, se puede observar claramente este prejuicio racional que he
mencionado. La mayoría de los analistas planteaban como única opción “lógica”
que Trump viniera a pedir disculpas y moderara su discurso con la finalidad de
atraer hacia sí los votos latinos que le son mayoritariamente adversos o aquellos
indecisos No cabía otra posibilidad.
El mismo presidente sigue convencido –contra toda evidencia-
de que eso se logró, que de alguna manera hubo una moderación del discurso. Lo
que ocurrió fue exactamente lo contrario. Trump no vino a moderarse, mucho
menos a retractarse, sino a polarizar aún más su discurso. Peña Nieto se prestó
a la escenificación de un “performance” en el cual el ario le viene a decir en
su cara al mestizo lo que va a hacer y cómo lo va a hacer “van a pagar por el
muro, aunque no quieran”.
¿Qué busca con esto Trump? No lo que parece racional, un
acercamiento a aquellos que ha atacado; si no exacerbar ese ataque y colocarlo
en un escenario heroico. “Soy tan capaz que fui a decirle en su cara a ese
presidente bananero lo que voy a hacer y lo haré”. El discurso busca despertar
lo más cerril del electorado americano, jalar hacia la derecha y a este
nacionalismo ramplón a los votantes indecisos.
Recientes encuestas le dan a Trump una ventaja, mínima pero
ventaja al fin, en el voto directo. Sabemos que este voto no es tan importante
en los Estados Unidos pues el voto no es directo sino indirecto. Quienes
deciden las elecciones son los votantes de un colegio electoral, en ese
contexto Hillary Clinton lleva una ventaja casi del doble de los votos de
Trump, así que no habría que preocuparse.
La historia reciente nos ha enseñado claramente que los
proyectos políticos más disparatados e irracionales pueden llegar al poder y
además de ello democráticamente, dadas ciertas condiciones políticas y
sociales; incluso en sociedades y culturas que consideramos altamente
eficientes, democráticas, cultivadas, ilustradas y racionales.
El prejuicio ilustrado piensa
que la razón acabará imponiéndose y puede que así sea; dudo que efectivamente
Trump gane las elecciones -al menos estas de 2016- pero el huevo de la
serpiente se está incubando.
El autor es psicoanalista, Licenciado en
Psicología y Maestro en Filosofía por la Universidad Nacional Autónoma de
México. Cursó una Maestría en Teoría Psicoanalítica en el Centro de
Investigaciones y Estudios Psicoanalíticos. Fue profesor del Departamento de
Filosofía de la Universidad Iberoamericana, es profesor de la Licenciatura en Psicología
de la Universidad de Londres y profesor de la Maestría en Psicoanálisis de
Dimensión psicoanalítica. A.C. Autor de diversos libros y textos sobre
psicoanálisis y filosofía.
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