Las dos victorias de Trump
Una es segura la otra posible.
La segura. Como señalé hace unas semanas hay una victoria
segura y es la de la irracionalidad.
Trump ha ganado en polarizar al electorado estadounidense
con un discurso de la irracionalidad, con la propaganda Goebbeleiana. Un
discurso machacón y repetitivo en el que el mundo real no importa. Dice lo que
hará por absurdo que sea, (deportaciones masivas, muro, impedimento de ingreso
a musulmanes, etc.) aunque no dice cómo (la idea de que México pague es
ridícula, aunque podría decretar embargo de remesas y desencadenar una guerra
comercial). Sin embargo, el “cómo” no está en el pensamiento de muchos
electores, por eso por absurdas e inviables que sean sus propuestas, esta
inviabilidad no afecta su voto. Make América great! Es solo una frase
demagógica sin que se explique cómo pero eso no parece importar.
El despertar del racismo, la xenofobia ya ha ocurrido en una
cultura en la cual se quemaban negros hace menos de 50 años y en algunos de
cuyos estados había un apartheid real.
Aunque no gane las elecciones venideras Trump ya ha incubado
el huevo de la serpiente, tarde o temprano esa misma clase media blanca y sin
educación acabará llegando al poder y buscará imponer su demagogia no importa
el modo.
Veremos en años sucesivos, quizá no en las políticas gubernamentales,
pero sí en el ánimo popular el surgimiento de ese racismo y xenofobia que tarde
o temprano acabará llegando al poder.
Desgraciadamente hay muy poco qué hacer al respecto en la
medida en que las soluciones ofrecidas por los políticos profesionales están
mucho más apegadas a un análisis racional de las condiciones reales del mundo.
No se puede ofrecer un crecimiento mágico del empleo en la medida en que las
condiciones reales de la economía no lo permiten, y esto no se resuelve
expulsando a trabajadores inmigrantes. No se puede volver a generar un estado
de prosperidad al margen de las condiciones de globalización económica del
presente; pero el votante de Trump no piensa en esto ni entra en sus cálculos,
como no lo pensaban los alemanes de los 30’s que encumbraron a Hitler al poder.
Esos mismos votantes serán en su momento los más afectados
por las absurdas políticas de Trump, pero eso no importa, el discurso ya creó
un enemigo imaginario al que siempre se puede recurrir para explicar cualquier
fracaso.
De este modo y aunque Trump pierda la elección del 8 de
noviembre próximo ha ganado y seguramente ganará una elección posterior ya que
su ofrecimiento y demagogia política seguirán incólumes mientras que el de su
rival Hillary Clinton, habrá chocado con las condiciones de la realidad, y
francamente no existe ninguna condición real a partir de la cual Clinton pueda
promover y crear transformaciones enormemente substanciales en las condiciones
de vida de esa masa que es el votante que a partir de ahora en adelante votará
por Trump o algún otro político profesional que retome sus banderas en un
futuro cercano.
La segunda victoria de Trump no es probable pero sí posible
y es la victoria real en las urnas del magnate y su proyecto. Escribo esto el 2
de noviembre, una semana antes de la elección y hemos visto que el voto popular
se estrecha e incluso, aunque se trata de un llamado “empate técnico” (es decir
que el margen de error de la encuesta es mayor a la diferencia en el voto que
predice) en algunas de estas encuestas Trump aparece décimas o incluso un punto
por encima de Clinton. Qué quiere decir esto. Que casi la mitad de los
estadounidenses creen -o prefieren creer- y por ende apoyan a Trump. Esa mitad,
si no le da el triunfo a Trump en esta elección, seguramente lo hará en la
próxima. En Estados Unidos el voto no es directo como en México, y por ello no
basta tener la mayoría de los sufragios, por ejemplo Al Gore ganó el voto
popular a Bush, pero los votos electorales le dieron el triunfo a este último.
Quien gana el estado gana todos los votos, aunque en la suma total de votos
ciudadanos el otro candidato tenga más. En este plano la ventaja de Clinton es
amplia cerca de 30 votos electorales más de los 270 necesarios para ganar. Sin
embargo, creo que no se puede descartar un fenómeno del que hemos sido testigo
en ejercicios recientes como la salida del Reino Unido de la comunidad europea
(el Brexit), la derrota electoral de los acuerdos de paz en Colombia, o las
siempre horrorosamente fallidas encuestas electorales de México.
Generalmente ante las personas que no responden a la
encuesta, los encuestadores suelen dividir el porcentaje de acuerdo a las
proporciones de los candidatos, borrando de este modo el voto oculto (se supone
que en general los que no dicen, se distribuirán proporcionalmente entre los
candidatos) Así si uno que vota por Trump no lo dice, seguro habrá uno que vota
por Clinton y no lo dirá en este hipotético 50/50.
Me parece que este proceder es erróneo pues aquí aplica una
cierta corrección política. Muchos votantes de Trump reconocen que es en cierto
modo vergonzante señalar que votarán por él; muchos se percatan de lo
políticamente incorrecto que es el discurso misógino, xenófobo y abiertamente
racista de Trump, y prefieren no reconocerlo aunque una vez frente a la boleta
voten por Trump. En cambio, el voto por Clinton no tiene ese porcentaje oculto,
es decir la mayoría de los que efectivamente voten por Clinton no lo ocultan,
al no haber elementos políticamente incorrectos en su discurso. Este tipo de
voto pesó enormemente en el Brexit y en Colombia y también en México por
ejemplo en la votación por el Bronco. Por ello creo que Trump tiene un buen
porcentaje de voto oculto, mucho mayor que el de Clinton y que es voto oculto podría
incluso dar vuelta a las encuestas que ven ventaja para esta última.
En este sentido son las dos victorias de Trump una que tiene
de antemano, la de posicionarse en el despertar de este racismo ramplón de la
derecha estadounidense en donde gana porque no tiene nada que perder y lo que
obtenga (en este caso un cuarenta y tanto por ciento de los votos) nunca es
poca cosa. Y la otra victoria la posible, aunque espero no probable, de una
victoria efectiva en los votos electorales.
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