El parque de Cantor (Cuento)



Pues bien aquí estoy una vez más, quizá esto no tenga mucho sentido si lo digo así, ¿Dónde más podría estar sino aquí, y a quién podría interesarle? En primer lugar a mí. Por eso es que lo grabo en mi teléfono, supongo que servirá de memoria cuando esto pase.

Amanecí, como ayer, en la banca del parque de Américo Vespucio, lo supe en ese momento. Es Américo Vespucio más o menos a la altura de Apoquindo, lo cual por supuesto no tiene ninguna lógica ni sentido.




No la tiene porque vivo en México hace 45 años y unos días y sólo he regresado a Américo Vespucio dos veces en esos años, la primera hace casi ya veinte años, cuando volví a Chile por unas vacaciones y la segunda unos años después cuando fui con mi esposa. Pero ahora estoy aquí, es decir estoy aquí, pero seguramente no es así.




Tampoco sé cuánto tiempo llevo en este lugar, cuando despierto me parece que solo fue ayer, pero conforme pasa el día van apareciendo imágenes y recuerdos incompatibles con esta hipótesis; por ejemplo recuerdo haber visto ponerse el sol y las nubes rojas en el oeste, pero también recuerdo una puesta de sol sin nubes y creo recordar alguna más, claramente distinta.

También me doy cuenta de que mis ropas cambian, ayer traía unos jeans y una playera negra, hoy traigo puestos los mismo jeans pero una camisa blanca. No tengo hambre ni sed pero no recuerdo haber comido ni bebido, aunque sí recuerdo haber cenado hace algunos días pero en México; no obstante aunque ahora estoy pensando en esto, cuando despierto al día siguiente de alguna manera paso el día sin que haya tenido ni la necesidad ni la intención de comer o beber.




Ahora hago una prueba, creo haber visto un bebedero público por aquí. Efectivamente, está a unos 30 metros de la banca en la que estoy, me acerco, aprieto el botón y el chorro de agua cristalina sale del dispositivo, acerco mi boca y siento el agua, fresca, limpia y cristalina. Siento el frescor que llena mi boca y baja por mi garganta y esófago; aunque no tengo sed, bebo el agua sin problema. En algún momento llega la sensación de haberme llenado de agua y dejo de beber, la sensación pasa. Me pregunto, ¿Por qué nadie me despertó mientras dormía en la banca? ¿Por qué no apareció algún guardia o carabinero?




También hay preguntas internas, no recuerdo haber tomado un baño más que en México, es decir hace algunos días, lo cual me parece increíble pues soy de esas personas que no puede dormir si no se ha duchado antes, obviamente tampoco he tomado un baño por la mañana porque estoy en el parque pero no me siento sucio en lo más mínimo; tampoco he ido al baño, no he defecado ni orinado, ni tengo ningunas ganas de hacerlo. Me levanto de la banca, veo a lo lejos una pequeña construcción en el parque de la cual no me había percatado, me acerco, es un baño público, pide una moneda para entrar, busco en la bolsa del pantalón, hay algunas monedas chilenas que no reconozco fácilmente pero encuentro una de 500 pesos, exactamente lo que pide; inserto la moneda y se abre la puerta giratoria. Paso, está vacío pero limpio, incluso me llama la atención que no hay el particular olor a orina ni a limpiador que suele haber en estos recintos. Me acerco al mingitorio, bajo mi bragueta, orino, ni mucho ni poco, el chorro de orina sale normalmente con su color amarillo, ni claro ni oscuro, habré orinado el equivalente de una taza o algo así aunque no sentía ganas de hacerlo, supongo que era más una necesidad subjetiva que orgánica. Salgo del baño público y afuera está el parque de nuevo.




Al salir, pienso que no he visto a ninguna persona en el parque, debiera haber gente corriendo supongo, pero recuerdo que hay una cuarentena por el coronavirus, en México y también en Chile donde incluso creo haber leído hace poco que hay toque de queda nocturno.




De pronto se me ocurren cosas que me parecen obvias y que no sé por qué no he pensado antes, en realidad recuerdo haber visto personas caminar por el parque pero no más que eso, son personas que pasan como en cualquier otro parque del mundo y uno simplemente ve pasar sin ponerles mayor atención.




También me doy cuenta que si tengo mi celular debo tener acceso a internet. Me fijo en la pantalla y me doy cuenta que tengo una carga del 94 por ciento, obvio no recuerdo haberlo cargado, ni al parecer tampoco hay dónde hacerlo.




Conforme pasan los minutos mi mente se va acomodando y organizando, como si saliera de un sueño o sopor y muchas preguntas empiezan a acumularse; sin embargo, aunque creo debería estar preocupado o sentirme angustiado, no es así. Mi sensación es de absoluta tranquilidad. Me pregunto por qué no he pensado lo que ahora pienso, ayer, o antes, si es que han sido varios días ¿No es obvio consultar el internet y ver la fecha? Tomo el celular y resulta que no hay señal ni wifi ni de datos, lo cual también tiene su lógica, pues es el celular que uso en México, un Xiaomi Redmi Note 7, lo abro y encuentro ahí el sim de Telcel y junto la tarjeta de memoria, todo parece bien. Veo que en mi banca hay una pequeña mochila, la reconozco perfectamente, es de mi hijo, me la presta cuando viajo, sin embargo, hace unos momentos no parecía estar ahí o no la recordaba; también pienso que si traigo esa mochila es porque estoy de viaje pero no tengo el menor recuerdo de un viaje en avión, y la última vez que salí fue a fines del año pasado a Mérida. Abro el teléfono y encuentro algunas fotos de ese viaje; decido tomarme una selfie. Ahí estoy en el parque, todo se ve normal, busco en los archivos y no hay fotos de estos dias, excepto la que acabo de tomar, las últimas son algunos memes que me compartieron algunos amigos y unas fotos de mis hijos que ubico perfectamente; intento entrar a Google fotos pero me dice que no hay conexión, abro Maps y aparece el parque pero igualmente señala que no hay conexión.




Hace un rato pensaba que no había visto gente, o que si las había visto no les había puesto atención. Me decido a explorar los alrededores; mis pensamientos son más claros y constantemente tengo la sensación de que -hace unos minutos- no lo hubieran sido del todo; pienso en el mingitorio y aunque en ese momento sentía que todo era claro, me resulta evidente que no tenía la claridad que tengo ahora. Tomo la mochila, allí están mis audífonos, me los pongo y busco alguna estación de radio, solo estática, claro, son audífonos bluetooth y no funcionan como antena; apago el radio y pongo música. Se me aclaran los recuerdos, es la música que escucho, jazz, trova, clásica, encuentro las carpetas que recuerdo desde Aha hasta Yo Yo Ma, paso por Miles Davis, Silvio Rodríguez, Tool, etc. Todo lo reconozco, decido poner el modo aleatorio y empieza una canción de Cesaria Évora. Busco con la mirada y no veo gente cercana ni tampoco a lo lejos. Ahora me percato de los edificios de los alrededores, son los que recuerdo de mi infancia, las ventanas con sus persianas de una especie de palma que no sé como se llama.




A lo lejos creo distinguir una persona que se acerca, me siento en otra banca, la persona en realidad se aleja, debe haber cruzado desde alguna calle y se aleja de mí, podría correr hacia allá pero no me atrevo.




En ese momento pienso en el tráfico, debe haber coches en las calles entre las que está el parque. Lo que ocurre entonces me debería aterrorizar pero no es así. Me doy cuenta de que no puedo acercarme a la calle. Veo algunos coches pasar, camino hacia la calle, pero está más lejos de lo que parece, llevo varios minutos caminando pues ya ha empezado otra canción en mi teléfono y va por la mitad, me parece que no debe haber más de 40 o 50 metros entre la calle y yo pero no puedo acercarme; intento correr, pero la calle parece siempre a la misma distancia, veo los coches y algún bus, pero es inútil. Me detengo de pronto, la banca está muy lejos, parece que me he alejado unos 80 metros pero igual la calle sigue estando a la misma distancia que a mí no me parece mayor que unos 20 o 30 metros. Lo intento nuevamente, no puedo acercarme, la banca donde estaba hace unos minutos apenas se distingue a lo lejos en medio del parque; los árboles cambian, el aromo que pasé hace unos minutos se encuentra a unos 40 metros; frente a mí hay otros árboles que no identifico por su especie, a menos que sean pinos. A mi derecha se extiende otro sendero del parque, a lo lejos parece verse uno de los pasos que comunican un sentido con el otro, intento acercarme y es lo mismo, camino y camino y todo siempre parece estar a la misma distancia. ¿Y si regreso a la banca? Entonces todo funciona normalmente, mi caminar me va acercando poco a poco a la banca, no tardo más de dos minutos, conforme lo hago, si vuelvo la cabeza hacia la calle, ésa parece estar a no más de unos 50 metros.




Todo esto ha ocurrido sin miedo ni ninguna otra emoción, todo es una sensación de tranquilidad que es intelectualmente angustiosa por su inadecuación. Siento mi corazón latir algo rápido, me doy cuenta de que estoy un poco agitado por haber corrido, la reacción normal de mi cuerpo. Pienso inmediatamente que no puedo estar muerto pues la idea de un muerto que se canse físicamente me parece bastante absurda; intento pellizcarme y efectivamente siento un dolor leve, me toco la cara, los brazos, las piernas y el torso para darme cuenta que todo está en su lugar, es mi cuerpo físico tal como lo recuerdo y siento todos los días. Intento arrancar algún cabello, siento el tirón y me encuentro con tres o cuatro cabellos en mi mano.




El teléfono sigue reproduciendo canciones a las que no he puesto atención pero que reconozco como siempre, ahora suena un bolero en español interpretado por Nat King Cole, que recuerdo era un disco que le gustaba mucho a mis padres. Por primera vez siento tristeza.




Veo el reloj del teléfono, marca las 8:23, no sé si el horario de México o de Chile, pero claramente es de mañana, debe ser el de Chile, pues si fuera el de México, en Chile debieran ser 2 o 3 horas más, las 10 u 11, y supongo, debería haber más gente. Sin embargo no recuerdo qué hora era cuando desperté.




Tengo la sensación de que mis recuerdos de lo que debe haber ocurrido a lo sumo hace unos 40 minutos, despertar e incluso el agua del bebedero se vuelven borrosos, o más precisamente, que ahora mis pensamientos son más claros que en ese momento, aunque en ese momento todo me parecía igual de claro.




Entonces a lo lejos la veo. Es una mujer que pasea con un perro pequeño, camina por el centro del parque, el perro hace sus necesidades y la mujer recoge las heces con una palita, o eso me parece y las guarda en una bolsa. No me atrevo a acercarme por el temor de que ocurra lo mismo que con la calle, así que espero a que ella se acerque, siguen caminando ella y el perro en dirección hacia donde estoy, pasan minutos y efectivamente caminan hacia acá pero no se acercan, parece que la distancia se hace infinita entre mí y la chica, evidentemente está más cerca pues puedo distinguir su cabello rubio sujeto en una coleta, viste unos pants negros, una sudadera gris, y unos tenis que en Chile llaman zapatillas; el perro es un mestizo de tamaño medio, blanco con negro que no parece estar asustado ni nada. Evidentemente siguen caminando hacia acá pero la distancia es la misma.



De pronto la chica se detiene en seco, el perro jala su cadena, ella sigue detenida, voltea la mirada, se ve preocupada, vuelve la cabeza a uno y otro lado, la pierdo de vista tras una isla de árboles, unos segundos después ella y el perro aparecen del otro lado, de dirigen hacia la calle. No me atrevo a acercarme.




La pierdo de vista.




Pasan dos o tres minutos y vuelven por el mismo lugar, ella se ve asustada. Intento acercarme. Al parecer algo ocurre pues yo sí puedo hacerlo, no estamos a más de 30 metros uno de otro. Ella se ve muy angustiada, y retrocede unos pasos. Me detengo y también retrocedo intentando no asustarla. “¿Le pasa algo?” digo alzando un poco la voz para que me escuche. No me contesta y se percibe muy desconcertada. Trato de aparentar que yo no lo estoy. No me contesta, el perro sacude la cola amistosamente, sin percatarse de la situación.




Me mantengo en mi lugar, ella se ha alejado pero tampoco ha echado a correr, intento acercarme prudentemente, se percata de que no tengo ninguna intención de hacerle daño pero no se acerca. Vuelvo a gritar “¿Le pasa algo?”. Ella se acerca me da la impresión de que no me ha escuchado aunque me ve y sabe que me dirijo a ella. Le pregunto en voz más alta “¿Se siente bien?” dice algo que no escucho. Me acerco un poco más. Es evidente que está hablando en voz alta pero no la puedo escuchar, toco mis oídos y hago el gesto de no con la mano queriendo indicarle que no puedo oírla.




Nos acercamos, no estamos a más de 10 metros; ella hace el mismo gesto, es evidente que nos vemos pero no nos escuchamos. Hago muecas con mi boca tratando de enfatizar las palabras para que pueda leer mis labios “¿No-me-es-cu-cha? Me entiende y me responde con un NO clarísimo pero sin ruido. Le digo “Yo-tam-po-co”.




Me percato que oigo los ruidos normales, pájaros, el ruido del viento en las hojas de los árboles, señalo a mi alrededor y hago el gesto de que escuchara esos ruidos poniendo la mano en mi oreja como si fuera una concha. Entiendo que ella me dice que también escucha eso pues asiente con la cabeza. Me siento en la tierra, ella sigue de pie. Entonces oigo al perro ladrar pero como si estuviera muy lejos. Ella sonríe al perro y es obvio que lo ha escuchado también.




Trato de comunicarme con gestos sin acercarme para no asustarla más. Empieza a llorar, veo sus lágrimas caer por su rostro, el perro se acerca e intenta jugar. Ella se me acerca un poco y hace énfasis con sus labios, entiendo que me pregunta ¿Qué-es-tá-pa-san-do?

“No-sé” le respondo hablando aunque sé que no me escucha y solo lee mis labios.




Despierto nuevamente sin saber cuándo me dormí, nuevamente es de mañana, 7:45 marca mi reloj que sigue con el 94 por ciento de batería. La mochila de mi hijo está junto a mí. Mis pensamientos son borrosos, es una sensación de deja vu. Me percato que ahora traigo una playera beige y un pantalón caqui. Trato de aclarar mi mente, no sé cuándo me dormí ni cuánto tiempo ha pasado, oigo el canto de los pájaros igual que el día anterior; ahora me es claro que son varios días que estoy aquí. Tampoco siento hambre ni sed, ni calor ni frío. De pronto me acuerdo de la chica y su perro. No la veo. Doy vueltas en torno a mi banca y trato de orientarme, me acerco al camino central del parque, vuelvo mi mirada y a unos 50 metros está ella en una banca, el perro a su lado está despierto. Intento acercarme, llego a unos 10 metros y me detengo El perro ladra pero no lo escucho. Ella se despierta.




Está desconcertada y asustada, me alejo un poco, parece que igual que yo, despertara de un sopor, evidentemente no esperaba despertar en este parque. Me mantengo a prudente distancia, entonces me ve. Está muy enojada, al parecer piensa que yo tengo algo que ver en esto, me alejo unos metros, sigue avanzando o eso parece pero ambos nos damos cuenta de que no podemos acercarnos y la distancia entre nosotros es de unos 10 metros cuando menos. retrocede asustada y echa a correr.




Vuelvo a despertar, la misma sensación que se repite, sé que al abrir los ojos estaré en en parque de Américo Vespucio, que estará igual de vacío que siempre, pero ahora sé que a unos metros está la banca donde esta ella.




Pasan los minutos me acerco a prudente distancia y está ahí, acostada en la banca y el perro junto a ella. Decido esperar a que despierte confiando en que no tomará mucho tiempo. Así es, no pasan más de 10 minutos y despierta, igual, el mismo desconcierto.




Recuerdo que el dia anterior no nos acercamos, la vi un par de veces intentar acercarse a la avenida y regresar llorando a su banca. No intentó acercarse a mí y no me pareció prudente acercarme tampoco.




Llevamos así varios días, no sé exactamente cuántos. Hemos ido hablando entre señas al parecer ya no me teme. Hoy intentamos acercarnos a la avenida y no pudimos. El parque se agiganta y aparecen más y más árboles, senderos y bancas. Tampoco podemos acercarnos entre nosotros, siempre hay una distancia de unos 10 metros. Ella se sentó en el pasto y se puso a llorar. Pensé en mis hijos y lloré con ella. Nos miramos y supimos que de alguna manera estábamos juntos.




“Au-ro-ra” creo entender en el movimiento de sus labios. Repito enfatizando “Au-ro-ra” “Si”, asiente, “Héc-tor” digo en voz alta mientras me toco el pecho, aunque sé que no me escucha. “¿Vic-tor?” pregunta, repito “Héc-tor”. Sonríe. Señala al perrito y me dice “Ro-co”. “Sifredi” pienso y me río de mi vulgaridad.




Hoy intentamos acercarnos, si ambos lo hacemos simultáneamente podemos estar a unos 5 metros, pero si solo uno de nosotros se acerca al otro no son menos de 10 metros. Así pues estamos a unos 5 metros. De pronto me percato que su perro está detrás de mí. Me detengo y le señalo al perro. Ella entiende de alguna manera que por este instante el perro está en “mi espacio”, pero cuando me intento acercar a él no puedo.




Hoy escuché ladrar al perro, le digo a Aurora pero ella no me escucha, señalo al perro y mi oido. Ella se sorprende.




Sonrío, sé que pronto podré escucharla y ella a mí y no nos sentiremos tan solos, aunque el parque sea eterno.







Comentarios

Entradas populares de este blog

Perversión ¿Síntoma o estructura"

La tuya en vinagre...

Schreber, los archivos de la locura