No entienden que no entienden. La derecha y la disonancia cognitiva

 

No entienden que no entienden. La derecha y la disonancia cognitiva

Chile, Bolivia, México,





Dos acontecimientos recientes, el triunfo del “Apruebo” en Chile que marcó el rechazo a la constitución pinochetista, vigente desde 1980; el triunfo del MAS en Bolivia, después del exiguo gobierno golpista y -hace 2 años- el triunfo de AMLO en México, son tres momentos que hacen evidente lo que llamaré la disonancia cognitiva de la derecha latinoamericana.

Por disonancia cognitiva se entiende un fenómeno en donde una persona tiene un conflicto interno entre lo que percibe y sus creencias, optando por ignorar lo que percibe o por adaptarlo e interpretarlo desde sus creencias, en ambos casos la creencia permanece inamovible. Podríamos simplificar esto diciendo que, “No entienden que no entienden”.


El ejemplo de lo ocurrido en Chile el pasado domingo, nos da una clara muestra de este fenómeno que se extiende en general a buena parte de las derechas latinoamericanas.


En Chile el “Apruebo” (por una nueva constitución) obtuvo un 78.27 de los votos y dentro de este esquema el 78.99 de los votantes apoya una convención constituyente (al margen de los legisladores actuales). Un fenómeno muy interesante es que de las 346 comunas (divisiones político/electorales) que existen en Chile, solo en 5 de ellas ganó el “Rechazo” Vitacura, Las Condes y Lo Barnechea -todas en la región Metropolitana de Santiago-, Colchane (Tarapacá) y La Antártica (Magallanes).


“La Antártica” corresponde al personal básicamente militar y científico que habita en las bases chilenas en el continente antártico; Colchane es una comuna situada en el desierto de Atacama en la región de Tarapacá con una población de 1629 habitantes (es por tanto una situación peculiar y no representativa).


Las restantes comunas Vitacura (81,500 habitantes) Las Condes (282,000 habitantes) y Lo Barnechea (105,800 habitantes) están entre las 5 comunas con mayores niveles de ingreso del país, primera, segunda y quinta respectivamente además del mayor nivel educativo.


La notoria desigualdad, que ha sido muchas veces señalada, del régimen chileno, lo ubica como el país más desigual de la OCDE, estando en el mundo al nivel de países africanos. Por otro lado es una de las economías más pujantes de América Latina, con niveles que lo hacen colocarse dentro de los próximos países a alcanzar un nivel de desarrollo alto. Así parece haber dos Chile, el de los datos macroeconómicos (pujante y en desarrollo) y otro Chile, de los habitantes que viven en un endeudamiento constante, con sistemas de seguridad y educativos muy apreciados, pero que son de los más caros del mundo. Todo esto es el fruto de los modelos económicos implementados por la dictadura pinochetista, un modelo que en resumidas cuentas creó una enorme división política, social y económica, que sin embargo, desde muchas posiciones intelectuales es alabado como modelo de eficiencia. Por otro lado la realidad cotidiana golpea al grueso de la población.


Es de señalar que la mayor parte del sistema de salud en Chile es privado (y caro) excepto el de los militares que son los únicos cuya salud está a cargo de un sistema estatal (muy bueno por cierto).


El hecho de que hayan sido en esencia solo 3 comunas donde ganó el rechazo, y además que en estas comunas sea donde vive la mayor parte de la población pudiente del país (amén de la clase política) hace evidente esta división, el 80% del país está en contra de las condiciones políticas y sociales derivadas de la constitución de Pinochet, y solo este 20% privilegiado en extremo, está por mantener las condiciones.


Lo impresionante de todo esto es que este 20% vive en otro Chile, y no percibe en modo alguno las dificultades que vive el 80% de la población. Este sector privilegiado esperaba una votación dividida; no esperaban que ganara el “Rechazo” pero sí creían que la diferencia iba a ser similar a la de las elecciones de 2017 donde el candidato de la derecha (y actual presidente) Sebastián Piñera ganó por un 54.58% al candidato opositor Alejandro Guillier (de centro izquierda) con un 45.42%, una diferencia de 9 puntos. Sin embargo Ese pronóstico resultó absolutamente fallido. El plebiscito no mostró la división política sino la inmensa división socioeconómica y mostró la disonancia cognitiva de la derecha, que nunca entendió lo que estaba en juego pues lo ve siempre desde sus privilegios y piensa que el opositor es una minoría alborotadora (pese a las multitudinarias marchas que llegaron a sumar más de un millón de personas -equivalentes al 8% de la población del país, como si en México hubiera una marcha de 15 millones de personas). Esta ceguera fue reconocida ese mismo día por Evelyn Mathei, alcalde de la comuna de Providencia (una de las más ricas también, pero donde ganó el “Apruebo”), reconociendo que la clase económico/política que ha gobernado y dirigido los destinos del país no ha entendido las demandas del grueso (80%) de la población.


Algo análogo ocurrió unas semanas antes en Bolivia, donde el triunfo del MAS (partido de Evo Morales) con Arce como candidato ganó con el 55% dejando atrás al abanderado oficialista Mesa (28%) casi 2 a 1.


El mismo fenómeno se observa. La derecha que por medio de un golpe de estado defenestró a Morales (que llegó a una reelección por medio de maniobras que he criticado anteriormente en este texto: http://hectorescobar.blogspot.com/2019/11/evo.html) se pensaba como encarnando la voluntad del pueblo, y entró en el congreso enarbolando la Biblia y condenando como satánicas las prácticas indígenas, pudo controlar con fuerza y represión las protestas. Sin embargo un gobierno obtenido mediante un golpe de estado, carece de entrada de legitimidad y resulta insostenible, al menos en la mayor parte de América. No obstante, la derecha boliviana creía tener esa legitimidad a causa de esa misma disonancia cognitiva que le llevó a ver el mundo desde su torre de marfil.


El mismo fenómeno lo observamos en México, ante el triunfo abrumador de López Obrador (30 millones de votos, contra 12 millones de Anaya y 9 de Meade). Desde ese entonces, la derecha y su intelectualidad (no es broma), se resisten a dar crédito a lo expresado por el voto . Lo atribuyen al discurso populista de AMLO que operaría como el canto de las sirenas, y añoran un retorno al statu quo, incapaces de ver más allá de sus propias narices y prejuicios. No hay más discurso que el que atribuye a una anomia aprovechada por un aventurero emisario del pasado. No pueden ver que ese sistema que los protegió y alrededor del cual amasaron sus fortunas en medio de acuerdos vergonzosos, es a lo que la gran mayoría de los mexicanos dijimos “basta”. Esperan, en su pequeño grupo especular, que pronto “la gente se de cuenta”; porque simplemente son incapaces de salir de esa torre de marfil en la que viven y que suponen viven los mexicanos. Saben de los 50 millones de pobres, pero para ellos no es más que un número anónimo (pensamiento tecnócrata) y no seres de carne y hueso.


Recordemos aquí, que el 61 % de la población en México se percibe como “clase media” cuando solo el 12% lo es. Lo paradójico no es que solo gente de clase baja se perciba clase media (ideología aspiracional) sino que incluso un porcentaje de los más ricos, se perciben como tal. Esa es una disonancia cognitiva, del pobre que se asume clase media pero también del rico que se percibe como tal y piensa que los demás están en su misma condición.


Se trata de la misma disonancia cognitiva de las elites bolivianas, chilenas y mexicana, incapaces de ver que el sistema neoliberal está colapsando, y solo pueden mirar a un pasado que se derrumba bajo sus pies.


Octubre 2020.







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